El miedo escénico está al orden del día
La retirada de Pastora Soler y el “susto” de Joaquín Sabina en el inicio de su gira en Madrid son dos episodios recientes que vuelven a poner sobre la mesa un tema tan común como a veces ignorado: el pánico escénico.
El pánico escénico no solo afecta a los artistas; puede sobrevenir a cualquier persona que tenga que hablar delante de un auditorio. Y el primer paso para poder enfrentarnos a él es aceptar que está ocurriendo y que es un fenómeno mucho más común de lo que se cree. Si lo negamos, crece.
El ataque de pánico escénico es la manifestación de un miedo: miedo a hacerlo mal, miedo a qué dirán, miedo a no estar a la altura, miedo al rechazo… Y el miedo, como todas las emociones, está ahí por alguna razón. No es malo; nos informa de algo que no debemos ignorar; nos ayuda a estar focalizados, a dar lo mejor de nosotros porque la ocasión lo merece.
Sin embargo, lo que debemos evitar es que ese miedo adquiera tal magnitud que provoque el efecto de bloqueo y que nos impida desempeñar la labor.
Lourdes López
Es importante entender que el miedo escénico no tiene que ver con el escenario, sino con nosotros mismos: nuestra falta de autoconfianza, nuestro nivel de autoexigencia, una valoración poco realista de la situación y de las expectativas del público… Es un problema cuya complejidad va más allá del momento en que nos situamos delante de nuestro público. Y por ello las soluciones no son únicas sino que toman diferentes vías:
- Preparación: conocimiento absoluto de nuestro discurso y conocimiento también de la situación y hasta donde podamos, de la audiencia.
- Técnicas de relajación: técnicas de respiración diafragmática y consciencia corporal.
- Técnicas de visualización y discurso positivo.
- Técnicas de control de la atención: ocuparnos en vez de preocuparnos.
En definitiva, lo importante es no sentirnos culpables por ello y saber que existen maneras de poder gestionarlo para que, cuando nos pongamos delante de nuestro público, podamos dar lo mejor de nosotros mismos.